"Ya estábamos avisados. El Señor nos dijo en Su Palabra que seríamos perseguidos, así que no nos sorprendemos de eso".

Con estas sencillas palabras comenzó a hablar José de Jesús. Él y su esposa Robertina son parte de un grupo de 31 cristianos que fueron expulsados de su comunidad hace 4 meses con sólo la ropa que traían puesta, por negarse a participar en la adoración a animales y en las fiestas donde se bebía alcohol y se consumía peyote. Esa fue su única falta.

Fueron citados a una asamblea indígena de toda la comunidad wixárica donde casi 4,000 personas los rodearon y amenazaron con matarlos como animales (literalmente), porque no se sometían a los "usos y costumbres" del pueblo. Entre gritos y amenazas, exigieron que abandonaran su fe cristiana y participaran en sus rituales, o que se fueran de inmediato.

En medio de la noche y el frío del mes de enero salieron con niños pequeños, sin poder llevarse nada, firmes en lo que creían. Ahora están en Bolaños, sin trabajo, agrupados en un local sin agua. No saben a dónde irán. El gobierno les promete pero no cumple. Hacen pequeñas piezas de chaquira para vender, es de lo único que se sostienen ahora.

Somos un grupo de cristianos de diferentes iglesias, buscando amar y ayudar a nuestros hermanos en tanta necesidad.
 

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"Si un hermano o hermana tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?" (Santiago 2:16)